martes, 28 de diciembre de 2010

Mi texto de colaboración para Proyecto RED, la revista virtual de RED Galería: MODERNISMO, ARQUITECTURAS Y SAQUEO


Societá Unione Operai Italiani. Virginio Colombo, 1913. Fachada

Societá Unione Operai Italiani. Virginio Colombo, 1913. Detalle herrería


El “Arte Nuevo” aquí y allá

En la década de 1890 surge en Europa el movimiento artístico llamado Modernismo o Art Nouveau, aunque éste es el nombre de su expresión francesa y parisina.

Nace de la necesidad de unir conceptual y materialmente estética y progreso tecnológico. Lo que se entendía entonces por estética, vale aclarar. Y de plasmar el movimiento como acción, en una época en que trenes, subterráneos y maquinarias eran novedad.

Se constituye así un fenómeno cultural que resulta el único atisbo de originalidad y creatividad que tuvo el siglo XIX; allí cuando parece decirse Basta de Historicismo y se da lugar a algo novedoso, tanto desde lo meramente decorativo como desde lo matérico y, en algunos casos también, lo estructural, lo espacial.

Estilo artístico pero aplicable a objetos de uso corriente (muebles, vajilla, adornos) y por eso mismo profundamente imbricado con el desarrollo tecnológico y económico que vivía Europa occidental por aquellos tiempos de acelerada industrialización y confecciones seriadas; toda la movida del Modernismo contiene necesidades, pulsiones y marcos conceptuales de aquel contexto histórico. También representa el conjuro contra la maquinarización y simplificación de lo estético, que aquella gente veía cernirse sobre sus cabezas; por lo cual aparece en escena intentando enmascarar con un aspecto bello y grandilocuente lo funcional y utilitario.

Poniéndonos localistas, pensamos en el Buenos Aires coetáneo al “Arte Nuevo”. Y se dan los mismos fenómenos aunque, claro, desde otro lugar. Por lo cual aquí se manifiesta pero sólo como copia y repetición, no como escuela. Por lo demás, encaja perfectamente en el molde estético y de necesidades. Pero encuentra su mayor diferencia justamente en una de las principales características de éste movimiento: las variantes regionales según se manifieste en Barcelona, París, Glasgow, Viena, Milán.

En el caso argentino y porteño, la casi totalidad de estas variantes regionales pueden encontrarse en la misma ciudad, a metros de distancia…

Del Art Nouveau parisino de Guimard, pasando por el Modernisme Catalá de Gaudí o Puig i Cadafalch, hasta el Jugendstil alemán, la Sessezion vienesa o el Floreale italiano, todas las variantes del Arte Nuevo están plasmadas en numerosos edificios de muchos barrios de Buenos Aires.

Hecho cargado de lógica si pensamos en los seis millones y medio de inmigrantes de todas partes de Europa y Oriente Próximo que llegaron al país entre 1860 y 1930, y por ende en las numerosas colectividades que buscaban nuclearse en esta terra incognita, creando sociedades de fomento, clubes sociales y barrios tipo ghetto. Y también, y aún más marcadamente, si pensamos en la coyuntura histórica nacional de entonces: la toma de una postura cultural europeizante sumada al ya global fenómeno de una burguesía que crece, se diversifica, busca marcar las diferencias y, principalmente, consume novedades en pos de prestigio.

Así que Buenos Aires no escapa a la regla de esa época. Su manifestación Modernista está caracterizada, pero, por esta singular anarquía de mezclar expresiones provenientes del Danubio, de Escocia o de Cataluña en una misma cuadra.

Algunas impresiones estéticas: tres ejemplos locales

Como salido de la fusión entre una casa florentina del Quattrocento y la corporización de una ópera de Wagner, se levanta en pleno centro de la ciudad el edificio de la Societá Unione Operai Italiani. O más que levantarse, resiste. Deslucido y mal intervenido por fuera y directamente derruído por dentro, espera con resignación y calma zen un destino incierto: la picota; más depredación solapada o la inevitable caída por su propio peso, fruto de la desidia general, particular y local. (1)

Obra del arquitecto Virginio Colombo, milanés radicado en Argentina, fue reformulado estructural y ornamentalmente sobre un edificio preexistente de fines de siglo XIX. Reinaugurado en 1913, fue costeado por la vasta colectividad italiana en el Buenos Aires de entonces, como centro de ayuda y servicios para los obreros italianos emigrados y afincados entonces en la capital porteña. Hasta funcionó allí una escuela para enseñar el idioma local a los recién llegados.

Ubicado en Sarmiento 1374, al acercarnos a él nos encontramos con un imponente prisma rectangular de tres pisos, de los cuales el primero y el segundo presentan sendas loggias (2) pero distintas entre sí: la del primer piso tiene arquitrabe recto, la del segundo tiene arquería de medio punto. Medallones, dentículos, capiteles corintios y la ornamentación en los vanos de algunas ventanas son directas llamadas al renacimiento florentino y veneciano, mientras que la herrería y la carpintería son de inconfundible corte Modernista. Clara expresión del Floreale italiano, mezcla volumen, simetría y elementos constructivos clásicos con la herrería y la ornamentación sinuosas y “chorreadas” típicas de éste estilo.

Las ménsulas que sostienen la loggia del primer piso tienen remates geometrizados y terminan en unas pilastras adosadas rectilíneas asociadas estéticamente al Sessezion. En el segundo piso, cuatro figuras de jóvenes semidesnudas flanquean las dos ventanas de los extremos; en las correspondientes ventanas pero de la primera planta, las jovencitas son reemplazadas por dos manojos de motivos vegetales de línea curva, respondiendo a la arquetípica imagen del “latigazo” asociada al Modernismo. La parte superior de estas ventanas aparece custodiada por un grupo de putti (angelitos/bebés/cupidos) que se repiten en la balconada del primer piso. Estilizaciones de hoja de acanto, rostros de mujer en algunas de las ménsulas y medallones geométricos y abstractos son otros de los motivos ornamentales que hacen de éste edificio un apabullante ejemplo de la estética novecentista.

Pero no todo fueron curvas, putti y gacelas de cabellera flotante en el Modernismo. Para 1911 se inaugura en pleno centro porteño, calle Chacabuco número 78, un edificio de oficinas y locales que si bien responde a los parámetros de este estilo, lo hace en una versión sobria y elegante, e incorporando además –y esto no es nada frecuente en las expresiones modernistas en Buenos Aires- innovaciones constructivas y estructurales. Un novedoso aprovechamiento de la luz natural a través de vacíos espaciales perfectamente relacionados con los volúmenes, y la utilización de hormigón armado como también de ladrillos de vidrio traslúcido (en el lucernario y en los pisos de las galerías interiores) le dan el carácter perfecto de obra modernista desde su concepción hasta su materialidad. En cuanto a la decoración de la fachada, sobria y net pero decididamente expresiva, tiene algunos elementos del Modernisme Catalá pero más que nada abreva en el Sessezion. La herrería estilizada de puerta y balcones, así como el geometrismo de ménsulas y líneas decorativas verticales son ejemplo de ello. Ubicado en una calle estrecha, con la limitación de las pequeñísimas aceras que son lo único que atesora Buenos Aires de su depredada arquitectura colonial, cuesta verlo. Pero una vez que uno lo encuentra, es imposible no detenerse en su elegantísimo exotismo, en su convincente verticalidad, en la abstracta fantasía de sus hierros forjados.

Desde que fue proyectado cien años atrás hasta hoy, funciona como edificio de oficinas, además de tener dos locales en la planta baja. La continuidad de su vida utilitaria parece ser una de las causas de su buen estado físico. Sin embargo, un par de años atrás, tal vez con buenas intenciones, pero también con desconocimiento técnico y de criterios de restauro, se lo pintó feamente como si se tratara de un dúplex a estrenar…

Es obra del arquitecto Julián García Núñez, argentino pero formado en Barcelona y hasta se dice que alumno de Lluís Domènech i Montaner, uno de los capos del Modernisme Catalá. Graduado en 1900, pasó los tres siguientes años viajando por Europa y África, nutriéndose, evidentemente, de estéticas diversas que aplicó luego a su trabajo.

Nuestro recorrido termina en la esquina de Avenida Belgrano y Perú. Edificio “Otto Wulff”, proyectado y construido bajo la dirección del arquitecto danés Morten Rönnow, comenzado en 1912 e inaugurado en 1914. Aquí, para concentrarse en la oscura belleza de este edificio, conviene olvidar otra tragedia patrimonial porteña: en ese solar se levantaba un estupendo caserón colonial de 1780 en el que habían vivido el Virrey Del Pino y luego su viuda. El mismo Rönnow -consciente de la terrible pérdida, parece- relevó en dibujos planta, vistas y detalles antes de que pasara la picota. A este profesional danés le debemos conservar un mínimo fragmento de nuestro pasado hispano… aunque sea en papel.

Pero una vez trascendido el fantasma de la depredación corta de miras, cualquiera se maravilla ante la imponente mole (negra de suciedad, eso sí) del edificio pensado como sede de la delegación diplomática del Imperio Austrohúngaro. Con llamadas neogóticas y cierto aire de castillito tirolés, rompen esta atmósfera de cuento las representaciones de animales (resaltan las soberbias águilas imperiales que se asoman como gárgolas) y los ocho atlantes que “aguantan” la mole edilicia desde el segundo piso y que representan oficios como el de albañil, carpintero, herrero, etc. Se dice que uno de ellos hasta tiene la cara del mismísimo Rönnow…

Lo que sorprende de éstas magníficas figuras masculinas es la sobriedad formal y cierta geometría plana que parece prefigurar el Art Decó. Tanto éste detalle como otros de la decoración de la fachada, son en realidad influencia Jugendstil, y traen una remembranza de ciertas construcciones de Joseph María Olbrich en la ciudad de Darmstadt, Alemania. La irregularidad de las formas compositivas entre una planta y otra, los balconcitos tallados y las dos magníficas cúpulas rematadas en torres que terminan, a su vez, en representaciones del Sol y la Luna, son otros valiosos detalles que exhibe este oscuro gigante porteño, que no está en las condiciones estéticas que debería estar dada su importancia y belleza.

Para terminar con el recorrido y la perorata, pido un deseo: y es que la misma ignorante indiferencia que demolió hace cien años una construcción colonial llena de carga histórica en esa misma esquina, no deje hoy caer en la miseria y el abandono joyas como el edificio Otto Wulff o el Unione Operai de Virginio Colombo.

Los productos culturales que son estos edificios nos dicen cómo y quiénes somos. Lo que se haga con ellos también.

(1)El edificio Societá Unione Operai Italiani está en peligro de derrumbe y continua depredación. Aquí va un link a un blog de una grupo de personas que trabajan para rescatar este edificio:

http://societa-unione-operai-italiani-bsas.blogspot.com/

También hay en Facebook un grupo llamado Hay que salvar a Unión de Obreros Italiano, Unione Operai Italiani

(2)Loggia (italiano) o Logia: Galería techada, abierta y sostenida por columnas, generalmente dispuesta en la planta baja de un edificio


Edificio de oficinas y locales, calle Chacabuco 78. Obra de Julián García Nuñez, 1911. Fachada

Edificio Otto Wulff, Morten Ronow, 1914. Atlantes del segundo piso


Fotos por MARIANO SOTO

lunes, 20 de diciembre de 2010

Mi texto del #5 de SAUNA Revista de arte: "Insospechada belleza del vórtice y la fibra óptica", sobre el Museo Participativo de Ciencias


Experimentos con colores

El Museo Participativo de Ciencias “Prohibido no tocar”, está ubicado en el Centro Cultural Recoleta, aunque no presenta con éste ninguna dependencia administrativa, sólo el alquiler del local. Ocupa un primer y segundo piso con amplios espacios rediseñados para optimizar la separación del guión en once módulos temáticos: percepción visual, alta tecnología, fuerzas de la Naturaleza y arte, son algunas de las temáticas abordadas. Es un museo didáctico y conceptual; no tiene una “colección” en el sentido entendido tradicionalmente; no veremos en él la Historia de las Ciencias a través de alambicados aparatos de siglos anteriores. Y esto resulta refrescante y bienvenido ya que, como bien dice la bastante joven Ciencia de los Museos, éstos pueden partir no sólo de una valiosa o curiosa colección, sino también de un concepto, o de una intención pedagógica, reflexiva, de recreación histórica, cultural, étnica, etc. Las antípodas del “gabinete de curiosidades”… y eso se agradece y se festeja.

El Museo Participativo de Ciencias dice lo que tiene para decir a través de simples e ingeniosos objetos utilitarios que reproducen fácticamente fenómenos naturales o tecnológicos que son explicados luego a través de breves carteles informativos. Estos objetos a veces tienen un aspecto, es cierto, un poco primario o hasta tosco en su confección; o con cierto aire pueril, debido también a que el museo recibe un público más que nada infantil y preadolescente. Pero esto no le quita casi nada de su valor intrínseco: lo que importa aquí es lo que se vivencia y se asimila y, encima, muchas de esas experiencias cognitivas tienen un valor estético enorme: ¿qué más hermoso que ver el agua en movimiento, rayos de luz coloreada o sentir experiencias sonoras hasta entonces ignotas?

Trasponiendo el acceso y la boletería, a la derecha ya podemos comenzar con el recorrido. Esta primera sala está dedicada a la percepción visual. A través de simples módulos-instalaciones en diversos materiales, podremos vivenciar desde el disco coloreado giratorio de Newton (el blanco es la suma de todos los colores) hasta diversos ejemplo de la Teoría de la Gestalt. Ayudados por leyendas explicativas o accesorios según la necesidad, su riqueza consiste en permitirnos comprobar empíricamente los fenómenos sobre los que estamos leyendo. Una necesaria interrelación entre teoría y práctica que promueve el conocimiento del entorno y a la vez estimula sensorialmente.

Pasando el sector de los fenómenos mecánicos está una de las salas más interesantes, y de las más ricas también, en cuanto a la relación con el presente inmediato: las distintas tecnologías y sus aplicaciones. En éste espacio –la oscuridad casi total salvada por la luz de los monitores le da el toque “contemporáneo” justo-, se explica y se puede experimentar en máquinas individuales, ese mundo “desconocido” con el que convivimos: internet, GPS, realidad virtual, digitalización de imágenes.

Hay, por ejemplo, todo un sector dedicado a los diferentes radares. Sentándonos ante algunas de las pantallas podremos identificar los distintos tipos de climas en cualquier lugar del mundo; ver lo que detecta el radar que muestra el entorno del museo; precisar la velocidad a la que pasa un coche siguiéndolo con el cursor del mouse o interactuar con un GPS eligiendo –o no- el camino correcto de un punto a otro. Una experiencia lúdica que nos saca hacia afuera el “niño interior”....

Una observación es que algunos de los textos que aparecen en las pantallas presentan algunos errores de redacción y sintaxis, pero esto es apenas un detalle.

Al lado, nos encontramos con un botón rojo que invita a ser pulsado y un disco listo para hacerlo girar. Accionando ambos mecanismos, obtenemos una prueba sonora del efecto Doppler: el sonido se acerca y se aleja con las ondas emitidas por el girar del disco.

Enfrente, encontramos varias PC dedicadas a ilustrar el campo de la cibernética e internet. Lo más interesante resulta un simple pero divertido menú interactivo en el que podemos crear un personaje de realidad virtual con varias opciones predeterminadas para dotarlo de rostro, entorno y situaciones. Incluso nos permite tipear cualquier frase que querramos que este personaje diga y lo hará. Tal vez se hubiera podido crear un menú con algunas opciones más vistosas y complejas, pero así la función didáctica igualmente se ve cubierta.

En éste punto, recuerdo una muestra que se exhibe actualmente en el CCEBA (*) sede San Telmo: Medialab. Proyectos 2008-2010. Allí exhiben distintos artistas que trabajaron durante los dos últimos años en el desarrollo de obra artística interactiva y realizada a través de recursos de alta tecnología. Son obras que responden a estímulos del espectador (ya sea por tacto, emisión de sonidos, manipulación directa o indirecta), el cual, entonces, deja ya de ser pasivo observador para formar parte y completar o, incluso, darle sentido a la obra. Particularmente me parece una de las más interesantes vías por las que puede transitar hoy el arte contemporáneo para dar con nuevos desafíos que, por un lado, reflejan lo que constituye gran parte de nuestra vida cotidiana como es la tecnología, pero, por otro, dan la oportunidad de explorar jugosos cruces interdisciplinarios y lograr una actualización de lo considerado “estético” u “objeto artístico”; yendo por caminos ligados a la interconexión de todo y todos proveniente, por ejemplo, de la física cuántica.

En la segunda planta hay varios espacios que abordan distintas temáticas, pero vamos a concentrarnos sólo en tres de ellos. Ni bien acceder nos encontramos a nuestra izquierda con el primer módulo expositivo, dedicado a las artes plásticas. A través de textos breves y claros conceptualmente encontramos desde una definición profunda y aggiornada de lo que el arte es, hasta otra sobre el concepto filosófico de Estética o tópicos concretos como el de perspectiva, color, materiales, etc.

La Historia del Arte Occidental contada a través de la línea de tiempo, resulta un recurso más previsible pero no menos efectivo y didáctico, asociando períodos con imágenes determinadas. Los contenidos teóricos (brevísimos y claros) sobre los ismos del siglo XX y la actualidad en el arte están bien dirigidos y denotan un criterio de gnosis sobre el tema.

Luego, un acertadísimo juego ayuda a asociar períodos históricos con imágenes artísticas producidas en ellos, mezclando o religando reproducciones de obras de arte en cada una de las caras de cuatro discos giratorios. Hasta el título del juego es oportuno: “Juguemos con arte”. Algunos otros ejercicios prácticos relacionados con la idea de perspectiva y los rompecabezas con obras emblemáticas se llevan las palmas, especialmente el puzzle para armar la icónica versión de la Marilyn de Warhol.

En el módulo llamado Fuerzas de la Naturaleza, podemos deslumbrarnos viendo como, en un enorme estanque de vidrio (decorado por debajo con una reproducción de la maravillosa estampa “Tsunami” de Hokusai), pulsando un botón, generamos, a través de un sistema mecánico, un movimiento análogo al de las olas. Si a esto le sumamos que al lado hay un tanque en el que podemos crear nosotros mismos, a través de un manubrio, un vórtice de agua que nos deja mirando como hipnotizados el largo y perfecto remolino… bueno, llegamos a la conclusión de que el agua tiene un inmenso poder sobre los humanos. Estético y espiritual.

El último tramo de la visita también guardaba sorpresas y revelaciones. Dos sectores dedicados a descular el fenómeno de la luz, el sentido de la vista y algunos instrumentos ópticos, dan el tono más lúdico y experimental a la vez. Juegos de variados tipos de espejos, en los que la certeza de lo que es “real” y lo que es sólo “ilusión” se confunden, no sólo aportan, me parece, conocimiento sobre la mecánica del ojo humano sino también –y esto lo mejor- una buena vía para lograr una visión más holística de lo Creado, en la que ilusión y realidad pueden mezclarse, complementarse e interactuar. Espejos cóncavos y convexos que nos devuelven imágenes que parecen ser y no son y un caleidoscopio tamaño natural ponen la nota. También resultan cautivantes las sombras de colores, en las que uno puede producir, según donde se posicione, su propia sombra teñida de un color, de otro o de los tres colores juntos. Toda esta parte, en donde también predomina la oscuridad para realzar lo que se está viendo, me parece en sí misma atractiva en un sentido estético. Los láser coloreados, la multiplicidad de espejos creando imágenes virtuales y las “mesas de colores” donde figuras y filtros plásticos se conjugan para demostrar fenómenos ópticos, resultan objetos atractivos en sí, más allá de su interesante función pedagógica; ya que recuerdan en algo –como todo el museo en general- a las Ferias de Atracciones que vemos desde siempre en las películas…

Una observación con respecto a la cartelería explicativa es la de que a veces no resulta fácil comprender que acción se nos está pidiendo que realicemos para participar del experimento; pero esto es comprensible también por el hecho de que una explicación demasiado extensa resultaría agobiante, y además existen las visitas guiadas para, sobre todo en el caso de las escuelas, fortalecer la parte empírica con la mediación de un guía. Y una crítica que encuentro para este museo que goza de tantos aciertos, es que entre veinte y quince minutos antes de la hora de cierre el personal empieza a desplegar una suerte de molesta persecución solapada por las salas recordándonos (tácitamente) que nos queda poco tiempo dentro. Si los coordinadores de la institución fueran conscientes del malestar y presión que esto provoca en el visitante no permitirían que esto ocurriera, máxime tratándose de un museo que cobra entrada. Un pequeño defecto que, pulido, haría todavía más grata la visita, ya de por sí tan interesante.

Faltan unos minutos para el cierre mientras gano la salida seguido de cerca por los mastines del lugar…

Y aparece una conclusión: el paradigma de separar las ramas del Conocimiento Científico y de las Artes en compartimientos estancos pasó ya su etapa histórica de fecundidad y se volvió estéril. Las diferencias rígidas entre lo “bello” y lo “informativo” se flexibilizan y empiezan a licuarse, a fundirse, contaminándose una a la otra. Como un preparado en un tubo de ensayo. O la pintura en un lienzo.

Cámara Lúcida (derivado del proyecto Maquetas y Miniaturas) Instalación interactiva de Chrstian Parsons. Muestra Medialab Proyectos 2008-2010, CCBA


(*) CCEBA: Centro Cultural de España en Buenos Aires

El Museo Participativo de Ciencias funciona dentro del Centro Cultural Recoleta, Junín 1930, CABA, y su horario de verano es de lunes a domingos de 15:30 a 19:30hs.

La muestra Medialab Proyectos 2008-2010, puede visitarse en el CCEBA, sede San Telmo, Balcarce 1150, hasta el 18 de diciembre.