jueves, 29 de diciembre de 2011

Mi texto del #16 de SAUNA Revista de arte: "Paracaidistas en terrenos minados del arte", sobre los libros "La Purga", de Juan Filloy, y "Unos días en Córdoba", de Juan Terranova

Enlace directo a la nota en la revista SAUNA:
http://www.revistasauna.com.ar/02_16/06.html




PARACAIDISTAS EN TERRENOS MINADOS DEL ARTE

Congresos ficcionados y colectivas verdaderas bajo una lupa impiadosa

Sobre el cielo límpido, de un azul ostentoso y sin nubes, se recortan las siluetas de dos paracaídas en pleno descenso, inflados a todo velamen.  El aire es templado, cargado con el olor de la vegetación abundante. Clima agradable, primaveral. El sol acompaña la complacencia tibia del momento. Abajo, un suelo aparentemente inocuo y lleno de bellezas naturales, será el lugar donde estos dos paracaidistas vayan a poner el pie, una vez terminado su vuelo en caída libre.
No obstante, ninguno de los dos se engaña respecto a la dificultad que los espera: saben que, tras ese desborde de belleza y esa calma aparente, se esconden peligros letales, imposibles de detectar a simple vista. El riesgo a volar -pero en sentido inverso al reciente y en partes infinitesimales-, sin embargo, no los detiene.
Al llegar al piso ambos sacan sus cuchillos. Afilados como sus miradas y sus plumas. A pesar de la gran diferencia generacional, muchos hilos los conectan. Un nombre, una provincia, una profesión.
Actúan y despliegan sus preparativos sin mirarse, pero entendiéndose igual. Saben que están sobre campos minados. Pero ellos son como el Caballo de Troya.

Ayer no es hoy (1977):
Purga: Expulsión o eliminación de funcionarios, empleados, miembros de una organización, etc., que se decreta por motivos políticos, y que puede ir seguida de sanciones más graves. (Diccionario de la Real Academia Española: http://www.rae.es/rae.html)
Lejos de lo casual, uno de los tantos libros del escritor cordobés Juan Filloy se llama La Purga, cuyo centro son las artes visuales, sus actores y sus múltiples discursos; en el marco de una historia de ficción bizarra y fantasiosa.
 Aunque reeditado recientemente, fue escrito en 1977, y, como muchas de las obras de este original escritor argentino, se mantuvo en secreto hasta la década pasada.
Ahora bien, el hecho de que el libro esté escrito en los años 70, conlleva, ya desde el vamos, un reacomodamiento conceptual para el lector de hoy. Los artistas de la novela llaman a su arte contemporáneo, pero que, en el presente, viene a ser justamente el último coletazo de la Modernidad. En medio de una historia de corte Sci Fi y atmósfera delirante casi de Alfred Jarry, con una maquiavélica emboscada teñida de Congreso Mundial de Pintura como fondo, Filloy se las ingenia para hacernos un crudo retrato del mundo del arte de su tiempo que, decantando, resuena alarmantemente parecido al nuestro.
La historia, una ficción en formato de novela lineal que se desarrolla en una semana, se centra en el conflicto recién mencionado, y aprovecha para exponer sin anestesia la hoguera de  las vanidades del mundo de las artes plásticas. A poco de comenzado el relato, y describiendo la convocatoria al tal Congreso, Filloy se despacha con una lista de 300 y tantos movimientos/grupos artísticos, en los que mezcla sagazmente los productos de su imaginación con movimientos artísticos reales del siglo XX y todos sus “ismos” y “neos”. Y algunos disparates pensados para provocar la risa más irónica.
Siempre profundo y sarcástico, nos adentra en las diatribas personales de estos artistas que, lejos de cumplir con las expectativas del dictador que con trampas los llevó hasta esa isla casi virtual, convierten la “Conferencia Mundial” en emperradas defensas de egos intelectuales ya personales o grupales; terminando cada sesión en un maremágnum de insultos y chaturas muy lejos del concepto de lo “políticamente correcto”, tan apelable en nuestros días.
Viéndolo como crónica de su tiempo, el libro resulta una fuente de llamadas graciosas pero de profundo análisis sobre la problemática estética y conceptual en ese momento del siglo XX. Si bien el autor menciona a Joseph Beuys, por ejemplo, y al Arte Conceptual o al Povera como movimientos reales; los discursos giran siempre en torno a la pintura, y es éste un recorte que podemos entrever como una toma de postura del autor frente a las artes visuales, en un momento en que ya eran capital histórico los trabajos del grupo del Di Tella y del CAYC, entre otros. En realidad, la novela centra todo su conflicto en la antinomia pintura clásica-pintura nueva, ésa es su médula espinal; pero el absoluto talento de la historia, reside en que todas las estéticas, todas las escuelas, todos los postulados, son defenestrados y reivindicados al mismo tiempo. En la marea exaltada y colorida en la que nos vemos inevitablemente inmersos, todas las voces claman y justifican su legitimidad, a la que acto seguido sus detractores se encargan de vapulear y neutralizar por medio del ridículo, con lo cual, sabiamente, Filloy nos empuja a tomar partido, a levantar o bajar pulgares según el propio arbitrio. Cerrando la cortina sobre un circo grotesco y despiadado, ante el que no podemos permanecer indiferentes.


Hoy es hoy (2010):
Justo en el punto en el que Filloy termina su “purga”, Terranova la emprende con su versión remixada siglo XXI. Ahora sí, la mirada recorre instalaciones, video arte, performances. Lo relacional y lo conceptual, con eje en el espacio público como “galería”, son el terreno por el que se transita y que, con cierta ingenuidad de adolescentes, sentimos legítimo llamar arte contemporáneo (y con minúsculas). En este punto, el autor se hace una pregunta simple y lúcida: “contemporáneo de quién y hasta cuándo”.
El remix de Terranova sobre la labor incendiaria de Filloy toma, esta vez, formato de diario. Lejos de lo ficcional, la emprende con la realidad actual a pelo y en tono de crónica en primera persona. En esos cinco días que pasa en la ciudad de Córdoba, reflexiona sobre el arte y sus (no)límites, sobre los artistas y su (permanente) discurso y también sobre su propio lugar en el medio. Venido de las letras, y sin considerarse crítico de arte, muchas veces se auto cuestiona su lugar en ese evento al que fue invitado a presenciar para luego escribir el catálogo. Invitado y contratado, claro.
Un punto alto lo constituye aquel en que D´Angiolillo lo tilda (suponemos que en clave de chiste amistoso) de “paracaidista” y que él, de buena gana, no cuestiona, sino que piensa: “Crítica, verdad y paracaidismo”.
La mirada de Terranova es aguda, inteligente y sensible. Cruda. Alejada de pruritos estériles, de aquellos Do´s and Dont´s con los que estamos siendo re colonizados e invitados a digerir sin elaboración propia (fast food del pensamiento); y por eso mismo es que resulta vivificante. Dice lo que dice con el desparpajo del que es ajeno al medio, sin que esto le reste, sin embargo, un ápice de valentía e integridad a su discurso. Justamente, la distancia le da perspectiva.
No obstante, su mirada y su reflexión son reivindicadoras. Terranova piensa en el arte, se relaciona con sus producciones, se cuestiona los significados, sondea las profundidades… o la falta de. Esos momentos son los más ricos de su libro, donde, con verdadero amor al arte, interpela, bucea, desmenuza y señala.
En un medio en que, por sus mismas características intrínsecas, gravitan tanto la persona del artista, como su discurso, su CV, su aspecto físico y la manera en que se relaciona y se mueve socialmente, encontrar alguien que, en un opening, se dedique a mirar las obras en vez de darles la espalda para hacer sociales, resulta un verdadero refresco. Una promesa. Aquella que el exterminio masivo ficcionado por Filloy, no nos dejó.



“La Purga”, Juan Filloy, El cuenco de plata, 2006

“Unos días en Córdoba”, Juan Terranova, Editorial Nudista, 2011


Fotos por MARIANO SOTO

martes, 20 de diciembre de 2011

Preciosa reseña de Juan Batalla en Ramona Web sobre el encuentro de retratos organizado por Manguruyú Project (Mariano Soto y Dany Barreto)

Enlace directo a la reseña en Ramona Web:
http://www.ramona.org.ar/node/40764



¿POR QUÉ ME DIBUJASTE ASÍ?
por Juan Batalla

"Hay algo fatal en un retrato. Tiene vida propia."
(El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde)

Aunque nunca las hayamos experimentado personalmente, conocemos a través del cine el sistema relacional que configuran las multicitas, o speed dating. En ellas, con el marco de una noche de bar, cada persona tiene algunos minutos para descubrir a quienes se van situando enfrente.
¿Por qué me dibujaste así? chancea, ya desde el título puesto al encuentro, con la posibilidad de una sorpresa para el retratado en torno al abordaje que otro artista haya realizado acerca de él o ella. E imaginamos que las sorpresas no fueron pocas. Es probable que aquel de quien no lo pensaban haya captado algo que reconoce lo que está del otro lado de cada uno; y que se hayan encontrado afinidades y también gestado furias, al modo de lo que sugiere la pregunta del título.
Un poco al modo de las mentadas multicitas, dieciséis artistas se sentaron a lo largo de una mesa puesta en un patio, para retratarse unos a otros, rápidos y furiosos. Calculando quince minutos por retrato. Casi en silencio, con el fondo de rumbas  que luego se tornó tecno cuando bandejeó para los presentes DJ Mussa Phelps.
Manoamanos, a quemarropa se urdieron las imágenes que fueron colgados en cordeles tensados a lo largo del patio de este espacio de experimentación único por significación y método de trabajo. Carlitos Baragli, su ideólogo, también formó parte de la troupe retratista.
Luego llegaron los amigos y público que asistieron a esta primera presentación de Manguruyú Project, espacio nómade conducido por Mariano Soto y Dany Barreto.
Los dieciséis artistas que formaron parte del encuentro son poseedores, ahora, de quince retratos realizados por sus pares. Colección instantánea y peligrosa, ya que cualquiera intuye que un retrato siempre conlleva alguna clase de pacto con mandingas, casi más que con su autor. Por registro de un momento único, que certifica la fugacidad de la vida orgánica, y testigo de la química que se establece entre las personas, jamás repetible. He allí un desafío que el taimado tiempo venga.
Multiplicados por quince, quizá en semejante número actúen como talismán aun más poderoso que la pintura que realizó Basil Hallward para Dorian Gray. ¿Podrá abstraerse, alguno de los dieciséis pasajeros de la cita, de formular un deseo a la luz de sus retratos?








domingo, 4 de diciembre de 2011

Encuentro de retratos ¿Por qué me dibujaste así? en ThisIsNotAGallery, organizado por Manguruyú Project (Mariano Soto y Dany Barreto)

Manguruyú Project es un proyecto de gestión, investigación y exhibición de arte contemporáneo, coordinado por Mariano Soto y Dany Barreto.
Toma su nombre de un pez litoraleño, cuyo movimiento continuo de una punta a otra de la cuenca fluvial, lo utilizamos como metáfora de la condición nómade del proyecto, de su cambio constante de espacio y posiciones para alejarse del riesgo a la extinción. 

Carlos Baragli por Juan Giribaldi


En Manguruyú Project organizamos el pasado sábado 26 de noviembre, un encuentro de retratos entre artistas visuales llamado: “¿Por qué me dibujaste así?”, en ThisIsNotAGallery, Cabrera 5849, Palermo.
16 artistas retratándose unos a otros en trabajos rápidos, espontáneos; gestuales o racionales, pero siempre lúdicos. La propuesta era ver como se desarrollaba la experiencia del encuentro desde el lado de lo relacional; cómo funcionaba la dinámica de trabajo, como iba a ser la interrelación entre los artistas retratadores-retratados y, a su vez, como iba a funcionar el grupo de artistas en relación a los coordinadores, o sea, a Manguruyú Project…
El remate era colgar las 15 versiones de retratos de cada artista en la pared del patio de la galería, y luego brindar, escuchar los sets del DJ Mussa Phelps y celebrar el encuentro y el arte como nexo común. Además, cada artista se llevó sus 15 retratos, los cuales serán subidos a la web de Manguruyú muy pronto.
Estamos más que conformes con el resultado de la experiencia artística propuesta: buena energía, clima relajado y trabajo concienzudo a la vez (todos aplicaron las consignas estupendamente), hicieron de éste evento de un solo día una experiencia enriquecedora y un buen testeo para actividades próximas del mismo estilo.
Acá van algunas imágenes del proceso de trabajo, del evento nocturno y de los trabajos realizados.

El encuentro de retratos y montaje







El evento: muestra de los retratos, apertura al público, DJ Mussa Phelps y la proyección de las fotos tomadas durante el trabajo y de cada retrato.





Algunos trabajos:

Carlos Baragli por Luciana Rondolini y Gabriela Pino por Gabriel Baggio
Ramiro Oller por Josefina Carón y Charlie Goz por Guido Ignatti
Juan Giribaldi por Alejandro Tosso y Leonardo Cavalcante por Federico Lamas

Fotos por: Manu Maurino, Dany Barreto y Mariano Soto

jueves, 1 de diciembre de 2011

Nota sobre SAUNA revista de arte en Sentido G

Lucas Darko, que hace entrevistas para la revista Sentido G, estuvo con los saunos y salió este interesante -y elogioso- texto. Gracias Lucas por los conceptos vertidos! 


Link directo a la nota en Sentido G:
http://www.sentidog.com/lat/2011/11/sauna-revista-de-arte/

                 

martes, 29 de noviembre de 2011

Entrega del premio SAUNA textos de arte contemporáneo en Fundación Telefónica

Hoy, 29 de noviembre, desde las 19hs, estaremos en Fundación Telefónica entregando el premio a los ganadores de nuestro concurso de textos de arte contemporáneo. Los esperamos a todos!


jueves, 24 de noviembre de 2011

Encuentro de retratos ¿Por qué me dibujaste así? en ThisIsNotAGallery, organizado por Manguruyú Project

Manguruyú Project es un proyecto de gestión, investigación y exhibición de arte contemporáneo, coordinado por Mariano Soto y Dany Barreto.
Toma su nombre de un pez litoraleño, cuyo movimiento continuo de una punta a otra de la cuenca fluvial, lo utilizamos como metáfora de la condición nómade del proyecto, de su cambio constante de espacio y posiciones para alejarse del riesgo a la extinción. 
Y en Manguruyú Project estamos organizando este encuentro de retratos llamado: 
¿Por qué me dibujaste así?”
Sábado 26 de noviembre, en ThisIsNotAGallery, Cabrera 5849, Palermo



lunes, 21 de noviembre de 2011

Muestra colectiva en el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), Santiago de Chile, en el que llevamos parte de un proyecto conjunto con el artista Dany Barreto

En el marco de la muestra colectiva de artistas latinoamericanos llamada Informe País, curada por Mara Santibáñez y Judith Jorquera en el GAM de Santiago de Chile, participa el artista Dany Barreto con parte de un proyecto que venimos desarrollando juntos: Op Guaraní. En su versión ampliada, Op Guaraní "... también pone de relieve lo óptico y el juego perceptivo que éstos trabajos aquí presentados generan, pero con un carácter más instalacional, apelando a un transdiálogo con lo religioso, lo antropológico y ciertas manifestaciones culturales como el tejido.
Para el proyecto Informe País, se seleccionaron sólo las obras ancladas en el concepto de lo óptico y los juegos de percepción.
Las pinturas de gran formato funcionan como una reproducción a gran escala de los dibujos pequeños, repitiendo ritmo, estética y colores."

Otros artistas que exponen junto a Barreto son Raquel Schwartz, Luz María Bedoya, Sandra Gamarra, Patricio Crooker, Alicia Herrero, Patricio Vogel, Andrés Durán, Yennyferth Becerra y Bernardo Oyarzún, con obras, además, de las mismas curadoras. 
La muestra inauguró el pasado 17 de noviembre y cierra el próximo 30 de diciembre de 2011.

Obras de Dany Barreto, parte del proyecto Op Guaraní

   
Entrada al GAM
Folleto de la muestra, con la obra de Barreto en la portada

Obras de Dany Barreto, parte del proyecto Op Guaraní

Vista general de la muestra

Obras de Dany Barreto, parte del proyecto Op Guaraní

Obras, de izq. a der: Andrés Durán, Raquel Schwartz y Patricio Crooker

Obras de Dany Barreto, parte del proyecto Op Guaraní

Obra de Judirh Jorquera

Obras: arriba, Sandra Gamarra, abajo, Alicia Herrero, a la derecha, Patricio Vogel y Mara Santibáñez


Fotos por MARIANO SOTO

lunes, 14 de noviembre de 2011

Mi texto del #15 de SAUNA Revista de arte: "Curvas azules en bandeja de lata", sobre Gabriel Baggio en Fundación Klemm


Enlace directo a la nota en la revista SAUNA:


Curvas azules en bandeja de lata



 
Motivo para bandeja de té

En medio de la feroz sudestada, la goleta española proveniente de Montevideo zozobra hasta que, finalmente, naufraga en las costas rioplatenses. El viento la empuja, lentamente, hacia las playas de Buenos Aires donde, finalmente, en los altos bancos de arena del Río de la Plata, queda encallada. Con ella, se lleva lo pesado de su cargamento; pero muchos otros objetos, livianos y flotantes, alcanzan la costa porteña donde, de cara a cierta austeridad fruto de la economía metropolitana, se vuelven tesoros para el frugal consumo de la ciudad de mediados del XVIII. Textiles, aparejos y la misma madera se convierten en ricas ofrendas del río, a ojos del descamisado colonial.
Algunas evidencias materiales de estos hechos ficcionados, pudimos imaginarlas durante la excavación de los cimientos de uno de los flamantes edificios de Puerto Madero, cuando, un par de años atrás, se descubrieron por accidente restos de un naufragio en una obra en construcción de la calle Rosario Peñaloza, en los confines esteños de nuestra ciudad.
Así, navegando en aguas de la transtextualidad y el citacionismo, amparada en un constructo intelectual que direcciona búsquedas y corporiza discursos, la muestra de Gabriel Baggio en Fundación Klemm trae, sin embargo, como una marea generosa, una serie de interesantes objetos provenientes de la alta mar conceptual, que recalan oportunamente en la playa de lo perceptivo. Especie de naufragio prodigioso, todo lo craneado por Baggio como corpus racional, ocurrió allá lejos, en la línea del horizonte; pero lo que vemos aquí en la costa, el producto de aquel suceso lejano y conocido sólo de nombre, guarda la valiosa capacidad de hablarnos de lo acontecido en aguas profundas. Una elipse, cerrada y con sentido en sí misma.
La obra de Gabriel Baggio siempre cultivó el realce de viejos haceres. Haceres que fueron perdiendo plumas en la riña cotidiana de la sociedad de producción y consumo ultra, desde mediados del siglo XX a esta parte. Oficios manuales, técnicas artesanales de producción de objetos, recetas y sabores, manualidades varias. Un mundo de abuelos y tías que no sobrevivirá fácticamente cuando ellos nos dejen. Ante el fantasma de la pérdida, no sólo de la memoria sino de las implicaciones y dinámicas sociales que esta forma de vida supo generar, ciertos artistas y cierto arte contemporáneo se manifiestan y hablan. Sugieren detenerse un segundo a ver y a imaginar otras maneras posibles.
La muestra de Baggio en Klemm es, en ese sentido, intensa. Jugando a sabiendas con Vattimo (1) subvierte lo ornamental en monumental, trastocando así sentidos y ayudando a efectivizar cruces al otro lado. Ahonda, además, la profundidad del sentido general y de la intención discursiva que propone su trabajo: todas las piezas de la muestra fueron hechas por el mismo artista, aplicando entonces el dogma de las “artes del hacer” a su propia producción. Un ladrillo más en la construcción de significado.
En “Elogio de la profanación” encontramos escala, color, textura. Y que la mayoría de los objetos están hechos de cerámica, material que cierra, para el artista, por varios caminos: lo ancestral mismo y su carga cultural; el hecho de ser el material con que él mismo empezó trabajando en su carrera y el proceso de cocción que lo enlaza con la cocina, otro de los tópicos del universo baggiano.
Pero también hay marquetería, acrílico sobre tela, témpera sobre papel, registro en video. Y ese feliz desajuste, la reinterpretación potenciada por el cruce de materialidades. Una carpetita bordada de la mesa de cualquier tía Rosa universal, vuelta masacote esmaltado de dos metros, casi amenazante… Uau! En un punto, el efecto tiene un touch de película Clase B de los años 50. Algo así como El ataque de los apoyapava asesinos. Nada más disparador que el gigantismo.
Y que ciertos inesperados trasplantes, también, como en Motivo para una bandeja de té, en el que un sinuoso dibujo Art Nouveau, originalmente sobre una cotidiana bandeja de lata, se convierte en una especie de friso a escala real de la Casa Tassel en Bruselas.
Otras piezas no son tan elocuentes. Las lámparas, por ejemplo, que resultan desprovistas de carga, de ironía y de juego.
Las témperas sobre papel, en cambio, retoman el tono de piezas como Motivo para cortina, a pesar de la diferencia de escala. Un breve y efectivo shot sensorial. 
La muestra, potente y bien planteada, sin embargo, tiene un costado débil. Como descargo, podemos decir que se trata de una decisión del artista, quien fue consciente de correr el riesgo de una explicitez algo obvia. Al fondo de la sala, dentro de una vitrina como de museo, herramientas, manteles, carpetas bordadas y manuales de oficios pertenecientes a tíos y abuelas varios, parecen querer indicarnos su condición de inspiradores del resto. Cierto es que Baggio pone a funcionar deliberadamente, este todo como parte. Pero a nivel de la lectura general, la intención citacionista queda debilitada por un algo más prosaico que queda en primer plano. Pareciera que más que un juego sutil de “copias certificadas”, estos objetos museables nos estuvieran explicando algo con aire didáctico casi de Telescuela Técnica. La elocuencia de las obras expuestas no necesita apoyarse en antecedentes. Tal vez si el pequeño museo de Baggio hubiera ido entremezclado con su producción –y sabemos aquí que fue decisión ex profeso del artista el no hacerlo- existiría la posibilidad de que se abriese otro tipo de juego interpretativo.
Poética de herencias culturales, de las formas de hacer, de las relaciones interpersonales que ello implica, todos estos factores gravitan en la obra de Baggio, dándole peso, voz y razón de ser.
Conocido por sus Procesos de aprendizaje performáticos, registrados en foto y video y luego exhibidos como parte del producto final, esta vez el artista devuelve una batería de artefactos estetizados y, la mayoría de ellos, de gran carga semántica. También, pero, tenemos el registro en video. En la entrada a la sala, una pequeña puesta recrea un living de una casa. Los sillones, la lámpara y las reproducciones baratas de obras clásicas nos ubican adecuadamente en determinada órbita social. En una tele, una de las obras ipso facto de Baggio nos recuerda su punto de partida.
Aquel ethos de alta mar, lejos de la costa. Que nos depara un botín lleno de preguntas sin respuesta.

(1) Gianni Vattimo: (n.1936) Filósofo  y político italiano contemporáneo.

La muestra Elogio de la profanación, de Gabriel Baggio, puede visitarse hasta el 6 de diciembre en Fundación Federico Jorge Klemm arte contemporáneo, M.T. de Alvear 626, CABA, de lunes a viernes de 11 a 20hs.

Motivo para lámina



SAUNA revista de arte - Proyecto que llevamos a cabo junto a Dany Barreto, Juan Batalla, Guido Ignatti , M.S. Dansey y Charlie Goz. Salió el #15!


Nick Cave y Sandford Biggers entrevistados por Batalla y fotografiados por Barreto. Diseño de tapa y Producción Gráfica: Ezequiel Black

Revista SAUNA. Pensamiento a 110°

lunes, 17 de octubre de 2011

Mi texto del #14 de SAUNA Revista de arte: "Flashero y contemporáneo", sobre muestras de Gordín-Gómez Canle en Ruth Benzacar y Lacarra-Porter en Zavaleta Lab

Enlace directo a la nota en la revista SAUNA:
http://www.revistasauna.com.ar/02_14/06.html


Flashero y contemporáneo

Cercanías y distancias estéticas y un viaje en tren
por Mariano Soto

 
 Los ángeles del Fango. Sebastién Gordín
-¿Eso es un cuadro?- pregunta el chico de dreadlocks, guitarra al hombro y aliento etílico. Qué le digo. O cómo. –Es una obra, sí. Se queda mirando por sobre mi hombro, con curiosidad, las vetas como nubarrones de madera sobre el cielo de “Amanece en las trincheras”. El tren sigue su curso. Y él vuelve deliciosamente a la carga: Eso es un perrito en una trinchera… ¡qué flashero!
Las vetas de la madera pueden ser un interesante canal conductor. Como las vías de este tren. O como la pintura de cuerpo fluido, según Gómez Canle. Porque el tema son los hilos conductores, lo que conecta, lo que une pero también expone la feliz diferencia: juntos pero no mezclados. Pero ojo que ese juntos vale oro, detona reacciones aquí y allá; raptos de alegría, de lucidez, de olisquear con claridad una parte del menjunje general.
No puedo evitarlo. Encontrar esas huellas que, como las miguitas de Hansel y Gretel, nos ayudan a unir lo distante, a encontrar y a ser encontrados, es una manifestación espontánea que me asalta siempre. Y cuando se trata de arte, la decisión siempre está tomada de antemano: el zambullón es de cabeza y a lo profundo.
Lo que el rasta con resaca y ojos color miel miraba por sobre mi hombro, en el tren, un sábado por la mañana, era el folleto de la muestra de Sebastián Gordín en Ruth Benzacar. Flashero, lo definió. Un término más que ajustado para el díptico en cuestión, y para el resto de la muestra.
Paisajes como de Poussin y los “ángeles del fango”, por un lado.
Pero también hay otro. Habitado por una autopista trunca en medio del campo y por planos de fórmica celeste con incrustaciones de nogal. Pero a no adelantarse. Primero lo primero.
En la galería Ruth Benzacar, ubicada casi bajo las entrañas de Plaza San Martín, una muestra binaria exhibe el hinterland creativo de Max Gómez Canle y Sebastián Gordín. Van bien las muestras tipo tándem, ese juego entre dos concepciones y dos tipos de imágenes. Generan contrapunto, oposiciones, relaciones y también encuentros. El criterio usado para juntar a los dos artistas, puede guardar causas museológicas o prosaicas; creativas o sólo respaldadas en cierta necesidad o conveniencia.
En el caso de Canle-Gordín existe un algo umbilical, sin embargo. Casi como dos miniaturistas, ambos trabajan formatos reducidos pero con el detallismo agudo destinado a un manuscrito miniado. La Recámara mental de Gómez Canle (tal el nombre de la muestra), intenta meternos en un estado psicológico estanco, plagado de afluencias y visiones, con la pintura como fluido conductor, cual sangre oxigenante, milagrosa. Una idea poética que se corporiza en bellas y lúdicas pinturas. El artista, además, juega con la forma de los soportes, coqueteando con lo Madí;  geometrías escalonadas y  zigzags que establecen el límite entre la pared y la obra. Límite que gusta también de subvertir, dejando huellas de evidencia. Apoyados en módulos, encontramos dos pinturas-objetos: el cuadro octogonal se continúa en un cono espejado, terminado en un vértice agudo. Es como si con la obra hubiéramos arrancado parte de la pared, hecha de un inesperadamente vistoso material. Una suerte de espada Excalibur. A cada cóncavo su convexo, sobre uno de los muros dos huecos que repiten esa forma parecen denunciar la pérdida. Los paisajes a lo Poussin o Lorrain con elementos surrealistas trasportan a un mundo sereno y delirante a la vez, que da gusto observar mientras acontece lo impredecible: la aparición de poliedros de color con patas, mitad cartoon mitad el Bosco. Flashero.
Continuando por el hilo del género de la historieta o del dibujo animado, bajando al segundo subsuelo –en esta especie de arcano chic que representa Benzacar- Sebastián Gordín juega también con darle al espacio que le toca un carácter determinado. Acá, la celda mental se transforma en un metafórico –muy- gabinete de curiosidades al estilo decimonónico, donde en vitrinas iluminadas por luz blanca se despliega una serie de las ricas piezas del artista: sus ya legendarios trabajos de marquetería, donde la contundencia presencial de la materia prima se funde a la perfección con la narración figurativa en clave pulp fiction que contienen estas obras. Las imágenes se componen de vetas, de texturas y de personajes, y todas son igualmente elocuentes y cohabitan sin pisarse. Este costado de Gordín es su punto más apasionante, amén de su virtuosismo y su talento para crear extrañas acuarelas urbanas con olor a la Europa de mediados del siglo XX. Una suerte de cuentos de Salinger trasmutados en imágenes. Bibliotecas que ceden a un piso a punto de tragarlas, congelado todo en el punto álgido de la catástrofe, anaqueles y estanterías derribadas en efecto dominó, con cientos de libros esparcidos en el piso, todo en escala liliputiense, son algunas otras de las piezas que conforman la muestra. Como contrapunto a todo este Armagedón cultural, los Ángeles del Fango (1) arriesgan su vida por salvar las toneladas semánticas del legado florentino. Pero eso fue en 1966.
Pensando en vetas de madera, en piezas de mobiliario resignificadas como piezas de sentido, en personajes brueghelianos o con DNI de historieta, en fantasmas, ausencias y paisajes, viajo. Pero viajo por ellos, conducido como en ese tren de sábado por la mañana. Faltan, eso sí, los ojos color miel del rasta.
Y vuelvo a encontrar vetas, superficies de placer, paisajes explícitos y paisajes aludidos, murmurados. Esta vez no hay personajes al estilo Tintín, pero los poliedros con patas de Gómez Canle encuentran su paralelo en ciertas arquitecturas freak aparecidas, como por generación espontánea, en medio del entorno más bucólico y romántico imaginable. Santiago Porter en la galería Zavaleta Lab. La muestra: Bruma, un título cuya aura wertheriana sugiere, más allá de la existencia fáctica de niebla en algunas de las imágenes, un algo inaprensible. Presente pero impalpable. Inmensurable. Y con qué vara medir la aparición surrealista de un tramo de autopista desde y hacia la nada. O una garita de cemento en el eterno horizonte pampeano, testigo de nada y convirtiéndose, casi, en símil ídolo de la isla de Pascua. Aquí el paisaje ideal clasicista troca en aspereza bonaerense, pastizal y cielo, ininterrumpidos a más no poder. Pero el clima creado tiende a romperse con una interrupción no deseable: el vidrio de las fotos en gran formato, de Porter, refleja incómodamente la luz natural que entra por la vidriera y la de la iluminación artificial de la galería. Un fallo que conviene subsanar, para posibilitar la adecuada comunicación con la obra.
De las entrañas de la provincia de Buenos Aires, también, emergen las raíces y las hojas de chala de la obra de Silvana Lacarra. Bueno, una parte de su obra, expuesta en tándem con la de Porter. Porque estas texturas telúricas, abstractas pero innegablemente folk, van acompañadas –en algunos casos literalmente- por las fórmicas de colores tremendos domadas en formas curiosas, que caracterizan la producción de ésta artista. Solos y Dúos, se llama su parte de la muestra, y los dúos refieren justamente a este curioso (y alucinante) apareamiento de lo industrial-artificial con lo orgánico-natural. Pero todo se funde espectacularmente, aunque es cierto que al principio desconcierta un poco. Pero qué mejor que quedar perplejo, cuando de arte se trata y cuando, como en este caso, hay solidez y vuelo poético de base. Deslumbrantes y pulidísimos planos de fórmica turquesa, azul intenso o celeste, juegan en su fresco optimismo nacido en el Estado Bienestar, con la elocuencia y la serena sabiduría de lo salido de la tierra, de lo ancestral. En ambos, no obstante, está la mano del hombre, su trabajo. Y acto seguido la cultura, madre de todos los haceres. La materia, sus formas, su belleza, sus colores, son el tema de Lacarra. Y poetizar con las sustancias, exprimirles sus secretos, sonsacarles posibilidades y lecturas.
Aquí, el “dúo” con Porter resulta extraño. Forzado. Como el diálogo entre un coreano y un griego hablando sus lenguas natales. Pero el hermoso texto curatorial de Graciela Speranza salva el bache. No. Mucho más que eso. Lo llena triunfalmente. Le da sentido a todo, real o imaginario, qué más da. Si somos bichos que convivimos, desde que nacimos, con el concepto de la relatividad, esa reina del arte contemporáneo.
Flashero y contemporáneo.


 Voyant naturel. Max Gomez Canle
 Puente. Santiago Porter
Maíz. Dúo. Silvana Lacarra 



(1)      Se les llamó “ángeles del fango”, a un numerosísimo grupo de chicos y chicas voluntarios que, en 1966, en una monumental crecida del río Arno que inundó la ciudad de Florencia, Italia, corrieron a rescatar del barro libros, cuadros y otras obras de gran valor histórico y simbólico, salvándolos de la destrucción.



Las muestras “Días sin episodios” y “Recámara mental”, pueden verse hasta el 11 de noviembre, en Ruth Benzacar galería de arte, Florida 1000, CABA, de lunes a viernes de 11.30 a 20.00 hs.

Las muestras “Brumas” y “Solos y Dúos”, pueden verse hasta el 22 de octubre en Zavaleta Lab Arte Contemporáneo, Venezuela 571, CABA, de lunes a viernes de 11 a 20 hs. y los sábados de 11 a 14 hs.

lunes, 10 de octubre de 2011

SAUNA revista de arte - Proyecto que llevamos a cabo junto a Dany Barreto, Juan Batalla, Guido Ignatti , M.S. Dansey y Charlie Goz. Salió el #14!

Mónica Millán entrevistada por Dany Barreto y fotografiada por Alejandro Chaskielberg
Revista SAUNA. Pensamiento a 110°

viernes, 23 de septiembre de 2011

Mi texto para Proyecto RED #8 multimedia y reloaded: "Buenos Aires (y Berlín) viceversa"


Lena Szankay
 Lena Szankay


La primera fotografía fue de un exterior. Su autor fue Joseph Niepce, y la fecha 1826. Una breve visión a través de la ventana de la casa de campo del litógrafo francés, revela fragmentos de arquitectura y una entrada. Así, la fotografía tuvo su debut documentando un mínimo segmento del espacio entre público y privado de los suburbios de Varennes, Francia.
Doce años después,  Louis Daguerre, ex socio de Niepce, produce lo que puede considerarse la primera imagen fotográfica de una ciudad y la primera donde aparece un  ser humano. La ciudad era París, más precisamente el Boulevard Du Temple, y los personajes eran un lustrabotas y su eventual cliente. Con la intuición de los recién nacidos, de los que llegan al mundo tanteando a oscuras hasta encontrar su posición de largada, pareciera ser que la Fotografía dio sus primeros pasos documentando arquitecturas, ciudades y gente. Dos primeras imágenes que encajan a la perfección en este supuesto.
Hoy, en Buenos Aires, algunas muestras fotográficas repiten el gesto: el alma de una ciudad, la impronta de su historia y sus avatares, las caras y los momentos de su gente, escombros, herramientas, carteles publicitarios, monumentos. Todo eso. Y algunos cruces.
Berlín. Buenos Aires. Pero también Mar del Plata o Carhué.
La foto como registro de vida. Otras veces, ese registro aparece subjetivizado por la mirada y la decisión del artista, que lo convierten así en mirada única. En Arte, por ejemplo.
Berlín, la muestra que habla de la ciudad homónima, en tres momentos distintos. 1989 y los escombros del Muro. Grandes espacios urbanos desolados, el fantasma de la Stasi y la melancolía de una ciudad de paredes grises y empalizadas solitarias.  Flota un algo de Las alas del deseo, lo cual no es casual: la fotógrafa Lena Szankay decidió irse al Berlín de sus ancestros luego de ver esta película, en el ex Cine Arte de Diagonal Norte y Lavalle. 
Pero en 1997 estallaron el amor, la piel y los colores, y la mirada de Szankay se posó en el Love Parade de una Berlín que decidió creer en la libertad y el amor, aves imposibles de enjaular, cosa que queda certeramente reflejada en el tercer momento de la muestra, donde el trabajo de Paco Savio se suma al de Szankay: imágenes de poética fría revelan rastros y huellas, utensilios, esquinas y fotos callejeras de Lady Gaga, pero son imágenes que generan la pregunta de los pájaros de Hiroshima. Cristina Civale, la ideóloga que quiso (y logró) contarnos esta buena historia alemana en pleno barrio de La Boca y  hospedada en P.O.P.A. espacio de arte, tal vez tenga la respuesta.
Pero si tenemos dos miradas argentinas posadas sobre Berlín, también encontramos una mirada alemana registrando Buenos Aires, en un pasado algo menos reciente que el elegido por Civale. En la muestra de la colección Rabobank exhibida en el MAMba, Grete Stern nos devuelve imágenes de la Reina del Plata, allá por los ’40 y ’50. La acompañan análogas capturas de su pareja Horacio Coppola, pero también de Juan Di Sandro, Sara Facio, Gabriel Díaz y otros del ayer y del ahora. Desde 1920 en adelante, vemos el perfil de una ciudad en consolidación, con polos modernos hiperurbanizados junto a otros aún pueblerinos. Un Obelisco recién estrenado, los neones de la Corrientes de Sofía Bozán o las hausmmanianas arquitecturas del centro porteño; pero también el paisaje más reciente, con las polarizaciones de hoy día, donde el blindex suplanta a las molduras de yeso y la chapa boquense se convierte en arquitecturas de cartón bajo las autopistas.
El ojo del fotógrafo se expande y desborda los límites de la urbe porteña, con lo cual la captura amplifica el campo de operaciones y también de resonancias. Más lugares, más arquitecturas, más monumentos, más personas. Pueden ser Goldenstein y sus turistas marplatenses en torno al icónico lobo marino, puede ser Pastorino registrando un pueblito bonaerense entero, en panorámica, o los retratos huérfanos vueltos a retratar en un campo de girasoles por Florencia Blanco. Todo se une en una masa compuesta de ingredientes heterogéneos, diversos y personales, hasta opuestos histórica y geográficamente, pero que, afinando el oído, susurran idéntico chisme sobre vidas y sueños del otro. Y propios.
Última parada: Centro Cultural Recoleta. Muestra del XII Concurso Fotográfico Gente de mi ciudad. Se olisquea ya la mirada contemporánea de estos noveles, que saben y sienten que la patente de un auto en una noche de lluvia, la mano en la cintura de un obrero paraguayo o el cumple de quince de cualquier nena de barrio más o menos popular, representa un mar de oportunidades. Por donde pasa la cosa y capturarlo, inventarlo, darle el sello. Encontrar la aguja en el pajar de nuestras vidas urbanas apiladas, y también de esas pilas de materiales en que habitamos, siempre buscando el sentido.
Por eso, no sorprende la imagen ganadora del primer premio de este concurso: un grupo de chicas preadolescentes en Plaza Serrano, chicas de barrio periférico y pobre, arremolinadas y divertidas y desplegando acting para la ocasión. En medio del corro, alma de la foto, la indiscutida princesa del grupo, erguida y desafiante. Segura de su belleza, de su distinción natural, de su personalidad fuerte por sobre la de sus compañeras.
Detrás, las rejas que cierran la plaza.


 Horacio Coppola

 Gabriel Díaz

Lucía Galli Mainini