viernes, 26 de noviembre de 2010

Mi última reseña para Ramona Web: "Sueños, budas y video", sobre las "Siestas paraguayas con sueños chinos" de Dany Barreto en Thisisnotagallery


Un laberinto es un espacio pensado para despistar, para perderse en él, para confundir al que lo transita. Pero no siempre implica premio el trascenderlo triunfalmente. En el caso del laberinto con el que nos reciben las “Siestas paraguayas…” de Dany Barreto, sí lo hay. Porque al final del laberinto nos recibe un oasis. Un claro en la selva, generoso e idílico.
Con candor infantil y la frescura de los verdes que predominan en su muestra, Barreto crea una instalación que juega a mezclar Naturaleza, culturación y espiritualidad, y nos invita a que disfrutemos de su Wonderland de plástico, el cual nos deslumbra con su aire de novela de aventuras.
En el oasis, nos reciben varios objetos que, aparentemente disociados, se conectan entre sí por varios lazos: materialidad, juegos de percepción óptica y un profundo sentido de unión entre lo espiritual, lo natural y lo artificioso, ya que, con agudeza y algo de ironía, Barreto se encarga de representar un mundo que ofrece valores y dones perdurables (Buda, agua, vegetación, luz) pero tan perdurables –y acá un juego de conceptos que se cruzan- como el material mismo del que están hechos estos objetos-dones: plástico pet, vinilo holográfico, nylon. La utilización de éstos materiales puede revestir varias lecturas, que van desde la más obvia de un metadiscurso ecologista, hasta ésta de la “perdurabilidad” en el tiempo (el plástico nos sobrevivirá, lo sabemos todos) o, también, y a mi caprichoso criterio la que creo más cercana a la cosmovisión barretiana, que es la del plástico utilizado como elemento lúdico, de identificación con lo pop y –quizás principalmente- como juguetón “homenaje”. Homenaje al plástico como recurso material barato y accesible en la creación de muchas manifestaciones de arte y cultura populares bien apreciados por la sensibilidad de este artista: altares improvisados (públicos o privados), imaginería devocional e incluso, como material constructivo en ciertas viviendas de bajos recursos. Lo “lúdico” mencionado antes, refiere justamente a que Barreto juega con y reivindica a la vez –quizás de modo tangencial- la bien festejada imaginación popular, que echa mano de “lo que tiene” para generar recursos de supervivencia, pero también para materializar su devoción y comunicación con lo Trascendente, con lo Sagrado.
Este mundo ideal creado por Barreto en su oasis, con una cascada, flores, plantas y un Buda tropical formado por mil loros de colores, este mundo colorido y plástico resulta de algún modo una llamada a una estética “tercermundista”; a lo latinoamericano, a lo asiático. Incluso al tema de la inmigración. Un paseo por cualquiera de los barrios porteños o del conurbano bonaerense que tengan una cuantiosa colectividad de inmigrantes cohesionada cultural y estéticamente, resulta una posible pista para esta interpretación.
Por último, está el tema propuesto por Barreto de jugar con el concepto de “tesoro” escondido… concepto por un lado bien identificable con nuestra infancia –quién no hizo algún pozo en su jardín o en el ajeno tomado por la fantasía de encontrar maravillas y pasadizos a otros mundos- pero, a la vez también, con una más que centenaria leyenda de origen paraguayo sobre los tesoros familiares enterrados en los jardines de ciertas propiedades, para ponerlos a resguardo del saqueo, durante la Guerra de la Triple Alianza. Bueno, existe entonces esa leyenda sobre esos tesoros escondidos hacia 1860… y la pulsión por, muchas décadas después, encontrarlos…
De padre paraguayo, Barreto habrá escuchado estos relatos y habrá compartido el sueño fantástico de dar con esas riquezas perdidas. Seguro desde chico. Y encontró, como artista y creador, la manera de tributar y rescatar del olvido esas queribles tradiciones familiares. Porque la instalación de Barreto nos obliga a buscar, a transitar por el laberinto, a angustiarnos pero para después reconfortarnos, obsequiarnos el oasis, la meditación, el baño fresco que limpia cuerpo y alma. Y también la posibilidad de encontrar el tesoro, de hacernos ricos y, a la vez, y por lo mismo, perpetuadores de la tradición, rescatadores del valor de lo local, de la tierra, de lo autóctono.
Dejando el oasis y volviendo al laberinto rumbo a la salida, proyectado sobre el piso aparece un video hablado en guaraní, que recrea metafóricamente esa búsqueda del tesoro. Además de una excavación simulada, vemos también espectaculares imágenes de flores y plantas. Barreto parece querer decirnos, también, que el mejor tesoro es la Naturaleza. Y su gran fuente de inspiración.

"Siestas paraguayas con sueños chinos" está certeramente curada por María Carolina Baulo, y puede visitarse en Thisisnotagallery, Cabrera 5849, los días jueves de 20 22 hs, hasta el 2/12







Fotos por MARIANO SOTO

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