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"Close up de una reina desfigurada"
Poética y trabajo de campo en la obra de Zarina Bhimji
por Mariano Soto
Yellow patch, Zarina Bhimji, 2011
Yellow patch (algo así como mancha amarilla) es una
enfermedad que puede aparecer en el césped durante los meses de clima frío. El
síntoma de ese mal es, justamente, esa mancha amarillenta, circular, en forma
de anillos, que da un aspecto de deterioro al verde parquizado de, por ejemplo,
un jardín público, o una cancha de golf. Una mácula que resuena al paso del
tiempo y sus secuelas. Al olvido.
La muestra de Zarina Bhimji en el Centro de Arte De Appel,
en Amsterdam, también se llama Yellow patch. Pero acá el deterioro no viene por
una enfermedad botánica, sino por las conductas humanas que pueden ser,
también, un claro tipo de enfermedad.
Zarina Bhimji proviene de una familia hindú, pero es nacida
en Uganda, África. Y la familia entera tuvo que exiliarse en Inglaterra a
principios de los años ´70, cuando la dictadura de Idi Amin expulsó a todas las
personas de origen asiático que allí residían.
Como una especie de Mia de las artes visuales, Zarina es una
muy contemporánea mistura étnica y cultural entre Oriente y Occidente, centro y
periferia, dominantes y dominados.
Nominada al Premio Turner en 2007, y con una retrospectiva
que le dedicó la Whitechapel de Londres a principios de éste 2012, su
producción artística de estos últimos años está construida sobre un formato
denominado videoinstalación, aunque es un estupendo cruce entre fotografía,
cine, video arte, pintura y documental.
Lo más interesante de la obra de Zarina es el resultado
entre la operación artística y el objeto/producto final. La suya es una obra
predominantemente visual, fuertemente estética, e incluso emotiva. No obstante,
lejos está de alinearse en el automatismo, el expresionismo o la mera cosa
gestual. Zarina investiga durante años el campo en el que va a desarrollar su
obra y la materia misma que va a constituirla. Ésta también tiene una fuerte carga
política: una cruda revisión del colonialismo británico en la India y África,
que si bien carece de un sesgo ideológico unívoco, sí tiene una fuerte carga
humanista y de principios.
Yellow patch es la obra exhibida en De Appel Arts Centre, y
es un film de media hora que produce hipnosis; es casi imposible dejar de mirar
y de empatizar con lo que se está viendo. Una experiencia estética con
mayúsculas.
Travellings lentos, en planos secuencia eternos, lánguidos,
nos van revelando distintas imágenes en una dinámica que puede partir desde lo
particular a lo general. Algunas imágenes pueden parecer una pintura abstracta;
–aunque en general a Zarina se la relaciona con pintores como Friedrich o
Constable-la cámara comienza en una voluta de hierro, un plano color ocre o los
llenos y vacíos de un encaje blanco y etéreo, para revelarnos, por medio de un
alejamiento lento y majestuoso, que en realidad se trata de la reja de una
abandonada oficina de correos de Bombay, del descascaramiento en la pared de un
palacio hoy devenido ruinas o de los encajes de mármol de la desfigurada
estatua de la Reina Victoria de Inglaterra. Los treinta minutos pasan así,
soberbios y lentísimos desplazamientos de la cámara de izquierda a derecha, de
arriba hacia abajo, de adentro hacia afuera. Los close up son ya fotografías
estáticas, trozos aleatorios pero fuertemente expresivos que no pierden su
fuerza al convertirse en parte de un todo, cuando accedemos a ver la totalidad
del paisaje. Esta operación, si bien ya muy transitada en el mundo del arte
contemporáneo, que tantas veces pone la mirada en microrrelatos encontrados en
partículas de lo que nos rodea (la flor esmaltada de una taza vieja, el pliegue
de una media de lana), gana aquí altura, sin embargo, a causa de la fuerte
carga dramática de los paisajes, objetos y arquitecturas que llenan la lente de
Bhimji.
Un costado débil de la obra está dado por ciertos pasajes
sonoros. Cuando se trata de la cantante sufí Abida Parveen, éstos resultan un
aporte, pero cuando se trata de ciertos sonidos como el de las máquinas de
escribir o los murmullos humanos en la abandonada oficina de correos, el tono
de la obra cae en el filoso borde de lo obvio, corriendo el peligro de
alinearse con un especial del National Geographic. No obstante, el defecto no
puede con la potente narrativa visual, que termina saliendo airosa del trance.
Algo también muy interesante a destacar, es el componente
conceptual y político que motiva la obra. Y la admirable investigación que la
precede, a veces de años enteros, en los que Zarina recorre los lugares y sus
anécdotas, visita ruinas, consulta archivos, entrevista gente, lee historia
vieja y crónicas contemporáneas. La conmovedora apuesta humanista de su
trabajo, su metodismo científico para investigar el campo y la materia, la
infinita pasión que para ello se requiere, resultan un componente esencial y
que le otorgan una trascendencia singular a su obra. Pero el mayor acierto
consiste en lograr un trabajo que combina una poderosa estética y lirismo, con
un sólido aparato intelectual y discursivo como punto de partida. Por lo cual
la obra funciona plenamente por sí misma, toma por asalto, atrapa durante su
media hora de duración. Y no a tempo video clip sino con parsimonia victoriana.
Saliendo de ver la muestra, es inevitable querer saber más sobre la obra, sobre
la artista, sobre las relaciones mercantiles y culturales entre India y África,
sobre la dictadura de Amin en Uganda. O darle una nueva mirada al tema del
colonialismo y sus múltiples pliegues sociales, psicológicos, artísticos y
políticos.
La capacidad de despertar preguntas, de resignificar lugares
comunes y de generar el deseo de saber mucho más sobre todo-pero sin dejar de
recordarnos que la belleza y la emoción impregnan todo y ofician de amuleto a
la vez que de espaldarazo- es una cualidad muy apreciable en tiempos artísticos
de oferta hipertrofiada y pretenciosidad al paso.
La muestra Yellow patch, de Zarina Bhimji, podrá verse hasta el
3 de febrero de 2013 en De Appel Arts Centre, Prins Hendrikkade 142, Amsterdam.
Yellow patch, Zarina Bhimji, 2011