Marcos Luczkow y Carlitos en 4 gatos Espacio de Arte por MARIANO SOTO
Con la radicalidad de un personaje de Dostoievski más cierta carga de anarquismo bakuniano, Marcos Luczkow –si, su apellido es ruso!- juega con los límites de la provocación real, aquella que “incomoda” –tanto como si alguien nos vomitara la alfombra- y que desestabiliza la prolijidad civil que hemos aprendido a mantener en las relaciones sociales.
En su serie de trabajos llamada Estragos, Luczkow incendió aviones, torres de vuelo, autos, perros salchicha, ovnis y sabe Dios que más… creando, pero, imágenes de una gran belleza estética. Y una poética artística, también... ¿a pesar suyo?
En la serie Dispositivos de encuentro, propuso su obra partiendo de la negación a crear objetos de cualquier tipo, reemplazando la producción de imágenes por encuentros personales, por charlas cara a cara como medio para recuperar un tipo de comunicación directa y distinta a la que propone el arte en cuanto a exhibir objetos en un espacio dado. El tema disparador de esas charlas era, según Luczkow “secundario” y despojado de significado en sí…pero el hecho de proponernos hablar sobre experiencias paranormales u ovnis…bueno, suena en la misma sintonía sardónica que caracteriza el sello Luczkow…
Con Borderline, esta vez la propuesta sigue siendo crear perplejidad: carpetas de proyectos rechazados, en un entorno y un montaje estilo homeless, donde se incluyen los trabajos de, justamente, una persona que vive en la calle y que –cuando el arte “vive” en alguien nunca se queda “sin hogar”- produce obra, una selección de la cual se expone en la muestra del espacio 4 gatos, entre los trabajos rechazados de Luczkow.
¿ Marcos es un homeless?, ¿un outsider?, ¿un trasnochado neodadaísta con siempre renovadas ganas de dislocar el orden establecido?
Marcos Luczkow es básicamente un artista. Y como tal experimenta, revuelve, indaga, franquea el límite, cruza la línea. Busca. Busca con sinceridad, aunque no exenta de teatralidad, de cierto teen spirit que es lo que lo empuja hacia adelante, que es el que le genera nuevas preguntas y búsquedas ramificadas, multiplicadas.
Y en ese juego y esa búsqueda, tomando tintes de piquetero, de clown y de artista reconocido a la vez –bifurcado, como él mismo diría- entremezcla su ludismo con un gesto cierto y certero, nivelando y dando lugar a una insinuación de igualdad humana y social que, a muchos –entre los que me incluyo- nos resulta querible, esperable, necesaria.
Marcos Luczkow juega y desafía, si. A veces tal vez no sepamos bien contra qué o contra quién despotrica. Que tablero patea. Pero esta vez incluye. En los hechos. Crea una realidad paralela, pero que él hace posible.
Y esto lo pone –nuevamente- a la altura de un personaje de novela rusa del XIX.
Un noble personaje de Tolstoi, esta vez.(Fotografía de Patricia Gayone)
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