Matías Duville y Catalina León
A la derecha, un grupo de unas 8 o 10 personas está enfrascado en lo que es claramente una visita guiada. La aproximación nos va otorgando mayor cantidad de datos: el grupo en cuestión es bastante homogéneo en edad, sexo y sector socio cultural: mujeres de clase media, promedio sesenta y cinco años. Y algún sesentón canoso que juega a los planteos incisivos mirando por sobre sus gafas de armazón fino. La guía: una treintañera que demuestra conocimiento del terreno y buenas intenciones, materalizados ambos en las propuestas liberadoras de lastres culturales que intenta, con poco éxito, desde detrás de sus gafas de grueso armazón. Sus incitaciones al juego y al ver en perspectiva sólo consiguen una firme negación y rechazo en loop.
La guía se mueve, conduciendo al grupo frente a la caja de jugo con moñitos, de Pombo. El Rojas en los 90, el rescate del goce fútil en el arte y la búsqueda de salirse de las cuadrículas esperables poco significan para el grupo guiado.
-Esto podría hacerlo mi nieto en el jardín de infantes, remató una de las señoras.
Las esperanzas de la guía se licuaban bajo la montura plástica de sus gafotas…
Retórico y bizantino resulta a esta altura de la cosa cuestionarse qué es arte y que no… dentro del mundo del arte. Muchos hemos dejado ya de relacionar esta palabrita mágica con lo bello y lo sublime, o con lo torturado y lo trágico. O con estilos y temas grandilocuentes. Pero claro, para la gran cantidad de gente ajena al “mundillo”, esto no es así, aunque tal cosa no los convierte en ignorantes ni en reaccionarios. Es sólo un desajuste educacional, por un lado, y por el otro un hueco en lo que se llama consumo cultural.
La tradición humanista y renacentista siguió goteando largamente hasta pleno siglo XX, superponiéndose aún con Duchamp, con Beuys, con Fontana. Y el hecho de esperar virtuosismo y belleza como valores sine qua non en las producciones artísticas, siguió vigente largo trecho del siglo pasado.
Desplazamiento de ejes, corrimiento de políticas y gratuitidad de temas, abordajes y búsquedas son lo que constituyen hoy el Arte Contemporáneo, y equivalen a lo que fue, en el pasado, el romper la pincelada, exhibir un mingitorio o armar frases con tubos de neón.
Por eso, la muestra Arte Argentino actual en la Colección de Malba, nos ofrece un generoso panorama de lo que el arte local piensa de sí mismo –y de los caminos que elige para demostrarlo- desde hace más de veinte años a esta parte. Y también nos demuestra sin ambages que el arte es un sistema de convenciones, elecciones y procesos de legitimación emanados de una política determinada, instituida –en éste caso- por un mercado, cosa que queda clara en un museo formado por un empresario que se convierte en coleccionista.
La arbitrariedad es un elemento clave en el territorio del arte, pero que se vuelve válida porque su misma irracionalidad es un componente esencial del terreno en que se mueve y opera.
Pero volvamos a la muestra.
Esta es emotiva y entusiasta, pero también movilizadora; y exhibe multiplicidad de lenguajes, por lo cual resulta también representativa del panorama actual, denotando así una clara política institucional. En este aspecto, la muestra es un buen planteo, y un muestreo acertado y necesario.
El peso específico de semejante relato (retrospectivo y tan del presente a la vez), le aporta aplomo y vigor, sin caer en tonos nostálgicos ni en totemizaciones. Hay júbilo, hay orgullo, hay pérdida y ganancia, hay ausencias, expectativas y se otea un horizonte posible. La ilusión de un sistema del arte que funcione, aún con imperfecciones. O que directamenteexista, lo cual es ya altamente promisorio.
No obstante, siempre hay un punto perturbador en estas grandes muestras colectivas, en las que el hilo curatorial es un recorte histórico en el cual conviven tan diversas estéticas, identidades y climas.
No produce la misma compenetración ver un Bianchi que varios. No nos envuelven de la misma manera tres pequeñas piezas de Bairon que el fabuloso despliegue de gigantes pulidos que nos atrapa en una individual.
Pero son así las muestras con este tipo de relato, que enriquecen, justamente, por lo ilustrativas (fea palabrita para el mundo artie pero querida para el mundillo del conocimiento).
Delante de un enorme Duville con sus heridas abiertas y mal curadas, emparejado con un Catalina León de grandes dimensiones, la visita guiada terminaba entre amables sonrisas y agradecimientos. El debate había terminado. Ante la propuesta de la guía de enormes lentes, de que dijeran qué era lo que les gustaría ver allí en lugar de lo que estaban viendo, las señoras no habían entendido el juego y no habían respondido nada, momentos atrás.
Pero seguramente de aquí en adelante lo van a pensar, y van a volver a consumir arte contemporáneo para ver cuánto se diferencia de lo que creen que les gusta.
Y ese sí que es un buen comienzo.
La muestra Arte Argentino actual en la Colección de Malba. Obras 1989-2010, puede visitarse hasta el 29 de agosto en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) en Avenida Figueroa Alcorta 3415, CABA, de jueves a lunes y feriados de 12:00 a 20:00, y los días miércoles hasta las 21:00 hs.
Pablo Siquier y Marcelo Pombo
Gachi Hasper y Daniel Joglar
Fotos por MARIANO SOTO
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