martes, 16 de agosto de 2011

Salió el suplemento SITE SPECIFIC dibujo en el MAMba (Museo de Arte Moderno) curado por Santiago Bengolea, y con el cual colaboré con este texto

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"Como Honoré Subrac"

Puede pensarse que no habrá nada más placentero para un artista que pintar o dibujar las paredes. Aquella prohibición número uno de la infancia, borrada y dejada suelta, debe transformarse en recreo seguro. Para quien dibuja o pinta, pero, como en este caso, también para quien mira.

Un acertado encuentro de lo primario con lo refinado, de lo gestual con lo elaborado in mente, se juega en esta serie de intervenciones de sitio específico curadas por Santiago Bengolea y que ocupan tres paredes en el interior del edificio del MAMba.

El acto ancestral de dibujar sobre un muro queda aquí condimentado con el aporte del trazo como gesto expresivo y como acción performática, pero también con la existencia de una idea determinada que mueve el todo: no se trata de las cuevas de Altamira, sino de tres jóvenes artistas contemporáneos desplegando lo que mejor saben hacer. Mariano Ferrante, Julián Terán e Ignacio Valdez acusan una muy marcada presencia del dibujo en su obra, aunque de modos muy distintos.

Ferrante transita los colores y la geometría con llamadas al Grupo Generativo pero con una vuelta de tuerca no menor: una aggiornada búsqueda que integra obra, espacio, materialidad, espectador y acción artística en un todo. Luz, color, abstracción y el jugoso reto de convertir el hecho de dibujar en un fin en sí mismo, como obra performática. El artista trabajando es la obra misma ipso facto, dejando la evidencia material de sus crayones de color como culminación residual y brillante.

En el plano general de este site specific, Ferrante podría representar lo imaginativo pero producto de la razón. La ilusión puesta al servicio de una idea y, no por nada, lo encontramos en el hall de entrada en la planta baja del museo.

Subiendo la vertebral escalera diseñada por Ambasz, con la cuota de irrealidad que genera en su estado de casi suspensión, se encuentra la parte emocional y espiritual del proyecto.

Lo primero que aparece en la planta alta es una lucha visceral de negro sobre blanco. Primario absoluto, la carbonilla llevada a una densidad matérica casi de pigmento por la superposición insistente de capa sobre capa, toma por asalto el muro en una obra intensa e hiperexpresiva, con algo de paisaje japonés pero fragmentado, roto, vapuleado. El blanco y el negro juegan, retuercen, buscan y eyectan formas y figuras con una poética trágica como de un Friedrich a los hachazos. Acá se adivina la emoción, pero además acusan su presencia innegable el cuerpo y la pasión, con trazos vivos de expresividad libre. Animado por el curador del proyecto, Valdez abandona el “marco” y se filtra por los laterales del muro, como una hiedra oscura digna de la Casa Usher.

Pasado este juego desenfrenado, sobre la pared lateral, la obra de Terán representa un estadío calmo, equilibrado, zen. Lo de este artista es la sutileza, palabra que suena a cliché pero que representa mejor que ninguna otra la finura conceptual y manual con que desarrolla su trabajo. Un trabajo para descubrir de a poco, que va atrapando irremisiblemente en sus líneas grises y suaves pero con la efectividad de la telaraña. No se puede escapar fácilmente de su clima reposado e íntimo, de su cosa aérea que inventa la ilusión de estar lejos de todo, volando. Alta en el cielo, la nube de cenizas improntada por Terán en mitad del muro, recita un mantra que aquieta el corazón y libera el espíritu.

Así, las tres obras en su conjunto funcionan de manera elocuente: mente, cuerpo y alma, plasmados en las paredes de un museo de arte, hablándonos de totalidades y de aspectos a reconciliar y a redescubrir siempre en nosotros mismos.

Pero trascendiendo el goce sensorial, la plusvalía de toda esta aventura artística está dada por su carácter de intervención edilicia, propuesta de inagotable interés por lo que representa de extrovertida y abarcadora. La toma y exploración del espacio, una pulsión generada en las entrañas mismas del ser del arte contemporáneo, despliega la vigencia de su reto: el ir más allá, el expandirse, el disolverse, el desaparecer y reaparecer enmascarado.

Confundiéndose en las paredes como Honoré Subrac.

Mariano Ferrante

Julián Terán

Ignacio Valdez

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