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Madonna, unisex, Japón, chicos sexy y chicas que toman decisiones. Mientras el mundo cambiaba, una generación se quería vestir distinto. El Museo del Traje exhibe una selección de la época y Mariano Soto, de Sauna, cuenta sus observaciones.
-Gracias a Madonna que se le ocurrió ponerse esa malla
fucsia con calentadores para su video “Hung up”, ahora tenemos que soportar
esto… -fue lo que dijo una de las invitadas a la reunión en la que me
encontraba hace un par de años, en casa de unos amigos. Y todo porque se estaba
hablando del “revival” de la moda de los ’80 que empezó a despuntar a mitad de
la década pasada. Y que, obviamente, no
resultaba muy de su agrado…
Cosas de la Moda, es lo primero que se piensa. De la Moda y
sus ciclos de repetición y copia. Aunque, jugando con la última de Kiarostami,
también podría decirse que no se trata de una “copia certificada”. Estos “neo
´80” son un jugueteo, una reformulación, una imitación-homenaje, pero cuyos
convexos encajan debidamente con los cóncavos del hoy contemporáneo. Parecido
pero no igual.
¿Dónde están, entonces, los verdaderos exponentes del vestir
de los eighties?
Además de –seguro- en algunos placares y baúles de barrio,
en una muestra de museo. Una sala del Museo Nacional de la Historia del Traje es
quien exhibe hoy una pincelada de lo que fue la moda en aquellos años. Con
prendas auténticas que van desde 1982 hasta principios de los ´90, la
exposición se plantea sobre dos ejes: las marcas más corrientes y los
diseñadores. Un fresco y optimista streetwear
y un pret-a-porter ostentoso nos
cuentan la historia de la estética predominante en aquellos años. O estéticas,
vale mejor el plural, ya que, posmodernidad mediante, fueron varias las
tendencias y looks que convivieron en un mismo momento: lo deportivo, lo
minimal, lo sensual y elegante, lo estridente con ecos punkie, lo negro del diseño japonés. Todo junto.
Los dos ejes del guión de la muestra dividen la sala en dos
hemisferios: de un lado, remerones largos con fuseauxs, hombreras en la escala digna de un jugador de football americano, pantalones chupines y colores chillones audazmente
combinados, conforman el vistazo general del más puro estilo calle de aquel
momento. El cómo se vestía la mayoría.
Enfrente, desde un vestido de noche de Piazza hasta un
conjunto de cuero con tachas, pasando por marcas como Armani, Versace y Dolce
& Gabanna, demuestran que la exageración morfológica y cromática no era
privativa a la ropa de menor costo.
Además hay un detalle no menor: toda la ropa masculina que
se exhibe en esta muestra perteneció al artista y mecenas Federico Klemm, y fue
donada al museo tras su muerte. Coloridos pantalones con estampados de estilo
Pucci, conjuntos de gruesas rayas y chaquetas color oro muestran un poco el lado
más radical de esta moda, de la mano de un personaje de la talla de Klemm.
Aunque sólo hace falta hacer un poco de memoria, documento en mano, para
recordar que los colores pastel, los estampados estridentes y las formas
disparatadas las usaban hasta los adolescentes sanisidrenses.
Los ´80 fueron tiempos de optimismo y hedonismo globales.
Como hoy son globales la incertidumbre social y la crisis económica. Nada
casual entonces que las formas que dibujaban las prendas sobre los cuerpos
fueran exageradas, grandilocuentes, con síndrome de nuevo rico. Todo apuntaba a
mostrar poder adquisitivo, personalidad, sexualidad activa, buen estado físico.
Una mujer con hombrerotas que podía mandar y ganar tanto dinero como un hombre,
y un hombre que podía mostrarse como un objeto bello y sexy a la par de la
mujer. Eso de que “la Moda es cosa de mujeres”, creación cultural del código
social burgués del siglo XIX, empezó a quebrarse a mediados del siglo XX, se
partió en dos a fines de los ´60 y se hundió como el Titanic en los ´80. Chau renuncia masculina. Chau señores
sempiternamente de gris, marrón y negro. Chau aquello de que el hombre es como el oso. Hombres
sensuales y objetizados y mujeres independientes y sexualizadas plantaron sus
reales tres décadas atrás. Fiel reflejo y metáfora, como siempre, de lo que
corre bajo la superficie en la sociedad, la moda y la indumentaria de la época
mostraron formas ampulosas, texturas sensuales, aires deportivos y colores
alegres y optimistas. Y el consumismo enfocado a realzar la imagen, a estimular
la vanidad, a ponerse las plumas del pavo real.
Lejos, lejísimos ya las chicas de vincha y remerón
grafiteado de sus madres y abuelas de polleras plato y saquitos tween set, un innegable aire unisex
recorre toda la estética de la década. Lo que en los ´70 empezó siendo
manifiesto pos hippie, en los ´80 se tornó realidad cotidiana.
Mujeres masculinizadas, hombres feminizados, dinero fácil y
el fin de las utopías escribieron ese capítulo de la Historia. Lo que
efectivamente fue y, también, lo que
al final no fue tanto.
Un poco la pérdida de la inocencia, o el eco de algunos
sueños rotos. Pero lo que queda está bueno: mucho aprendido y un conjuntito de
Fiorucci en el Museo del Traje.
En treinta años sabremos por qué hoy nos calamos a fondo la
capucha del buzo.
en esos años yo tenía una tienda en Ibiza llamada Dadá. Diseñaba y estampaba prendas gráficas, únicas, extravagantes, caras, muy bien hechas.
ResponderEliminarYa subiré + fotos, algunas hay, en mi página de Face.
Siempre me encuentro, inesperadamente, con tus simpáticos y enriquecedores aportes.... Gracias y un abrazo Dante!
ResponderEliminarFelicitaciones Mariano.
ResponderEliminarCuanta claridad al explicar el uso de la vestimenta en los '80.
Evidentemente nada fue causal, o mero gesto carente de contenido, sino todo lo contrario.
He aprendido algo.
Gracias.
Bueno, me alegro mucho te haya gustado y te haya dejado algo Fabio. Celebro. Te dejo un gran abrazo para vos!
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