Lena Szankay
Lena Szankay
La primera
fotografía fue de un exterior. Su autor fue Joseph Niepce, y la fecha 1826. Una
breve visión a través de la ventana de la casa de campo del litógrafo francés,
revela fragmentos de arquitectura y una entrada. Así, la fotografía tuvo su debut
documentando un mínimo segmento del espacio entre público y privado de los
suburbios de Varennes, Francia.
Doce años
después, Louis Daguerre, ex socio de Niepce, produce lo que puede
considerarse la primera imagen fotográfica de una ciudad y la primera donde
aparece un ser humano. La ciudad era
París, más precisamente el Boulevard Du Temple, y los personajes eran un
lustrabotas y su eventual cliente. Con la intuición de los recién nacidos, de
los que llegan al mundo tanteando a oscuras hasta encontrar su posición de
largada, pareciera ser que la Fotografía dio sus primeros pasos documentando
arquitecturas, ciudades y gente. Dos primeras imágenes que encajan a la
perfección en este supuesto.
Hoy, en
Buenos Aires, algunas muestras fotográficas repiten el gesto: el alma de una
ciudad, la impronta de su historia y sus avatares, las caras y los momentos de
su gente, escombros, herramientas, carteles publicitarios, monumentos. Todo
eso. Y algunos cruces.
Berlín.
Buenos Aires. Pero también Mar del Plata o Carhué.
La foto como
registro de vida. Otras veces, ese registro aparece subjetivizado por la mirada
y la decisión del artista, que lo convierten así en mirada única. En Arte, por
ejemplo.
Berlín, la
muestra que habla de la ciudad homónima, en tres momentos distintos. 1989 y los
escombros del Muro. Grandes espacios urbanos desolados, el fantasma de la Stasi
y la melancolía de una ciudad de paredes grises y empalizadas solitarias. Flota un algo de Las alas del deseo, lo cual no es casual: la fotógrafa Lena Szankay
decidió irse al Berlín de sus ancestros luego de ver esta película, en el ex Cine
Arte de Diagonal Norte y Lavalle.
Pero en 1997
estallaron el amor, la piel y los colores, y la mirada de Szankay se posó en el
Love Parade de una Berlín que decidió creer en la libertad y el amor, aves
imposibles de enjaular, cosa que queda certeramente reflejada en el tercer
momento de la muestra, donde el trabajo de Paco Savio se suma al de Szankay:
imágenes de poética fría revelan rastros y huellas, utensilios, esquinas y
fotos callejeras de Lady Gaga, pero son imágenes que generan la pregunta de los pájaros de Hiroshima. Cristina
Civale, la ideóloga que quiso (y logró) contarnos esta buena historia alemana
en pleno barrio de La Boca y hospedada
en P.O.P.A. espacio de arte, tal vez tenga la respuesta.
Pero si
tenemos dos miradas argentinas posadas sobre Berlín, también encontramos una
mirada alemana registrando Buenos Aires, en un pasado algo menos reciente que
el elegido por Civale. En la muestra de la colección Rabobank exhibida en el
MAMba, Grete Stern nos devuelve imágenes de la Reina del Plata, allá por los
’40 y ’50. La acompañan análogas capturas de su pareja Horacio Coppola, pero
también de Juan Di Sandro, Sara Facio, Gabriel Díaz y otros del ayer y del
ahora. Desde 1920 en adelante, vemos el perfil de una ciudad en consolidación,
con polos modernos hiperurbanizados junto a otros aún pueblerinos. Un Obelisco
recién estrenado, los neones de la Corrientes de Sofía Bozán o las
hausmmanianas arquitecturas del centro porteño; pero también el paisaje más
reciente, con las polarizaciones de hoy día, donde el blindex suplanta a las
molduras de yeso y la chapa boquense se convierte en arquitecturas de cartón
bajo las autopistas.
El ojo del
fotógrafo se expande y desborda los límites de la urbe porteña, con lo cual la
captura amplifica el campo de operaciones y también de resonancias. Más lugares,
más arquitecturas, más monumentos, más personas. Pueden ser Goldenstein y sus
turistas marplatenses en torno al icónico lobo marino, puede ser Pastorino
registrando un pueblito bonaerense entero, en panorámica, o los retratos
huérfanos vueltos a retratar en un campo de girasoles por Florencia Blanco. Todo
se une en una masa compuesta de ingredientes heterogéneos, diversos y
personales, hasta opuestos histórica y geográficamente, pero que, afinando el
oído, susurran idéntico chisme sobre vidas y sueños del otro. Y propios.
Última
parada: Centro Cultural Recoleta. Muestra del XII Concurso Fotográfico Gente de
mi ciudad. Se olisquea ya la mirada contemporánea de estos noveles, que saben y
sienten que la patente de un auto en una noche de lluvia, la mano en la cintura
de un obrero paraguayo o el cumple de quince de cualquier nena de barrio más o
menos popular, representa un mar de oportunidades. Por donde pasa la cosa y
capturarlo, inventarlo, darle el sello. Encontrar la aguja en el pajar de
nuestras vidas urbanas apiladas, y también de esas pilas de materiales en que
habitamos, siempre buscando el sentido.
Por eso, no
sorprende la imagen ganadora del primer premio de este concurso: un grupo de
chicas preadolescentes en Plaza Serrano, chicas de barrio periférico y pobre,
arremolinadas y divertidas y desplegando acting para la ocasión. En medio del
corro, alma de la foto, la indiscutida princesa del grupo, erguida y
desafiante. Segura de su belleza, de su distinción natural, de su personalidad
fuerte por sobre la de sus compañeras.
Detrás, las rejas que cierran la plaza.
Horacio Coppola
Gabriel Díaz
Lucía Galli Mainini
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